Cien Años de Soledad
dijo:Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que supadre lo llevó a conocer el hielo. Macondoera entonces una aldea de veintecasas debarro y cañabrava construidas a la orilla de unrío de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormescomo huevos prehistóricos. Elmundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarías con eldedo .
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Descargar part 1 Gabriel Garcia Marquez, Cien años de soledad part1.
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El General en su Laberinto
dijo:José Palacios, suservidor más antiguo, lo encontró flotando en las aguas depurativas de la bañera, desnudo y con los ojos abiertos, y creyó que se había ahogado. Sabía que ése erauno de sus muchos modos de meditar, pero elestado de éxtasis en que yacía a la deriva parecía de alguien que ya no era de este mundo. No se atrevió a acercarse, sino que lo llamó con voz sorda deacuerdo con la orden de despertarloantes de las cinco paraviajar con las primeras luces.
Crónica de una Muerte Anunciada
dijo:Eldía en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba unbosque de higueronesdonde caía una llovizna tierna, y por un instante fuefeliz en elsueño , pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada depájaros . «Siempre soñaba con árboles», me dijo Plácida Linero, sumadre , evocando 27 años después los pormenores de aquel lunes ingrato.
El Amor en los Tiempos del Cólera
dijo:Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre eldestino de losamores contrariados. Eldoctor Juvenal Urbino lo percibió desde que entró en lacasa todavía en penumbras, adonde había acudido de urgencia a ocuparse de un caso que para él había dejado de serurgente desde hacía muchos años. El refugiado antillano Jeremiah de Saint–Amour, inválido de guerra,fotógrafo de niños y su adversario de ajedrez más compasivo, se había puesto a salvo de los tormentos de lamemoria con un sahumerio de cianuro deoro .
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El Coronel no Tiene Quien le Escriba
dijo:El coronel destapó el tarro delcafé y comprobó que no había más de una cucharadita. Retiró laolla del fogón, vertió la mitad delagua en el piso detierra , y con un cuchillo raspó el interior del tarro sobre la olla hastacuando se desprendieron las últimas raspaduras delpolvo de café revueltas con óxido de lata.
Y si les interesa,
Resumen: Memoria de mis Putas Tristes
dijo:El año de mis noventa años quise regalarme una noche deamor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a susbuenos clientes cuando tenía unanovedad disponible. Nunca sucumbí a ésa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios. También la moral es unasunto detiempo , decía, con una sonrisa maligna, ya lo verás.
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